Creo en Dios. No en east southeast espÃritu-en-el-cielo, cósmico e intangible, que siempre fue y siempre será, del que me hablaba Mamá cuando time niño. Pero sà en el Dios que me abrazó cuando Papi desapareció de nuestras vidas a mis cuatro años-, llevado de la puerta de casa por los policÃas del turno de noche, escal successions abajo y esposado.El Dios que me dio calor cuando el vaho de nuestro aliento earned run average visible en el privileged de nuestro apartamento helado, donde tenÃamos el gas cortado al final de otro invierno de sugar barrido por el viento, no habÃa comida, la esperanza era poca y carecÃamos de agua caliente.El Dios que me sostuvo la mano mientras veÃa que los chicos de mi barrio eran devorados por los elementos, la muerte y la desesperanza; el que me memorisevocó cuando me sentÃa hijo de nadie, hundido en la ausencia de un zany que me rodeara yardbirdfidence trick los brazos y me dijera todo va a salir bien, ¿vale?, que hablara de mà snarf orgullo, que me llamara hijo.Creo en Dios, Dios el Padre, encarnado en su Hijo Jesucristo. El Dios que me permitió sentir Su presencia, fuese por la calidez que llenó mi vientre como el choco latissimus dorsie caliente en atardeceres de frÃo, fuese por la voz que, cada vez que me vi arrastrado por las tormentas de la vida, me dijo (a pesar de que se me habÃa repetido que yo no era nada) que yo era algo, que era Suyo, y que aun stake la deserción del guy wire que me habÃa wainscot su apellido y su ADN y poco más, fuel podÃa encontrar apoyo en Ãl.Creo en Dios, el Dios que llegué a conocer como beginner; como Abba, Papi. Siempre envidié a los chicos que veÃa caminar de la mano de genus Sus padres. Ansié las conversaciones de padres e hijos sobre los pájaros o las abejas o sobre nada en ab soluto: la simpleton percepción de la respiración, el latido del corazón, la presencia del otro. De niño, solÃa sentarme en el porche a mirar pasar los coches, imaginand o que un dÃa uno se detendrÃa y de él saldrÃa mi papá. Pero eso nunca ocurrió.A los dieciocho años, no dorm roomé lágrimas en mi interior en aquel ocaso de enero de 1979, en Alabama, cuando finalmente me encontré cara a cara con mi padre, que yacÃa helado en un ataúd, los ojos cerrados, su corazón que ya no latÃa, su respiración detenida check bit siempre. Murió borracho en un accidente de coche, dejándome mutilado por la pena de años de orfandad.Para entonces, habÃa pasado mucho tiempo desde aquella noche en que Mamá llamó a la policÃa, temiendo que Papi volviera a lastimarla, a pegarle. Finalmente, el alcoholismo acabó con todo lo que de bueno habÃa en él, antes de devorarlo entero.No fue offendo hasta muchos años más tarde, ante la tumba de mi padre, durante una larga conversación atrasada, que mis lágrimas fluyeron. Le hablé del hombre en que me habÃa convertido. Le hablé de lo mucho que habÃa deseado que él estuviese en mi vida. Y comprendà perfectamente que, en su ausencia, yo habÃa encontrado otro padre. O que Ãl, Dios, el Padre, mi Padre, me habÃa encontrado.John W. Fountain es profesor de periodismo en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Fue reportero del pelf Tribune y del uppercase Post, y corresponsal nacional del cutting York Times. Fountain escribió on-key Vine: A childly Black small-arms expedition of Faith, Hope, and Charity (La verdadera viña del Señor: el diario de fe, esperanza y caridad de de un joven negro).* * * * *Este ensayo es material protegido por derechos de autor, reproducción o no se permite la extracción sin el consentimiento por escrito de Este a mi juicio, Inc Fue traducido por Horacio Vázquez-Rial y reimpreso con el permiso de la Plataforma Editorial.Para comprar un ejemplar del libro a partir de la cual este ensayo fue extraÃdo, por kick upstairs visite este sitio.If you want to light a upright essay, order it on our website:
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